Académico de la U. Complutense de Madrid en la Casa de Bello

Rafal Orden: "La universidad tiene la responsabilidad de educar para la convivencia democrática"

Rafal Orden: "La universidad debe educar para la convivencia democrática"
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“A dialogar se aprende, y las universidades tienen un rol central en esa enseñanza”, dice el profesor Orden.
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Rafael Orden Jiménez es Defensor de la Comunidad Universitaria de la Universidad Complutense de Madrid (España) y especialista en convivencia, mediación y resolución dialogada de conflictos en educación superior.
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El académico español durante su exposición en el seminario Educación, Convivencia y Comunidad Universitaria, realizado en el auditorio de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, en el complejo Vicuña Mackenna 20.

La convivencia universitaria atraviesa hoy tensiones que reflejan, en muchos sentidos, las fracturas de las propias sociedades democráticas: polarización, debilitamiento del diálogo y una creciente tendencia a judicializar los conflictos.

En ese contexto, la Universidad de Chile realizó el seminario Educación, Convivencia y Comunidad Universitaria, instancia que tuvo como expositor inaugural a Rafael V. Orden Jiménez, Defensor de la Comunidad Universitaria de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Durante su visita, el académico español compartió la experiencia de la defensoría universitaria y de la mediación transformativa como herramientas para abordar los conflictos desde un enfoque formativo y restaurativo, en diálogo con los desafíos que hoy enfrenta la U. de Chile.

En esta entrevista para la sección Visitantes, el profesor Orden reflexiona sobre el rol de las universidades públicas en la formación ciudadana, el valor del diálogo y la urgencia de fortalecer prácticas que permitan convivir en la diferencia.

- ¿Cuál considera que es hoy el principal desafío para la convivencia en las comunidades universitarias?

El principal desafío es el mismo que enfrentan hoy muchas sociedades democráticas: el aumento de la polarización. En lugar de confrontar ideas para buscar acuerdos, se tiende a enfrentarlas con el objetivo de imponer la propia posición. Esto erosiona la posibilidad de reconocer la diferencia y de construir consensos.

Este fenómeno se vincula a procesos más amplios de enajenación y deshumanización del otro, promovidos por una lógica de individualidad competitiva y por relaciones cada vez más mediadas por entornos digitales. Las universidades no están al margen de esta realidad y, por lo mismo, tienen la responsabilidad de evitar el deterioro de las relaciones humanas y de promover una gestión pacífica y dialogada de los conflictos.

- Desde su experiencia como Defensor Universitario en la UCM, ¿qué aprendizajes resultan especialmente útiles para universidades públicas como la U. de Chile?

Me ha sorprendido muy positivamente constatar en la Universidad de Chile una convicción clara respecto de la necesidad de buscar vías alternativas a la estrictamente disciplinaria para resolver conflictos. La sanción tiene su lugar, pero muchas veces no aborda el problema de fondo ni contribuye a la formación de las personas involucradas.

En la Defensoría Universitaria de la UCM hemos desarrollado la mediación transformativa, que no solo busca resolver un conflicto puntual, sino también educar a las partes en el diálogo. A dialogar se aprende, y las universidades tienen un rol central en esa enseñanza. Este tipo de experiencias, que por lo que conozco están contempladas en los estatutos de la Universidad de Chile, pueden ser muy valiosas para fortalecer la convivencia universitaria.

- Usted plantea que la universidad forma ciudadanía. ¿Cómo se traduce eso en la vida universitaria cotidiana?

Las universidades no solo forman profesionales: forman seres humanos que necesariamente son ciudadanos. Hoy, cuando un sector cada vez más amplio de la sociedad accede a la educación superior, tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de ofrecer una formación integral que incluya valores como el respeto, la escucha y la veracidad.

Esto implica recuperar el sentido del diálogo como una búsqueda compartida de la verdad, tal como lo entendía Sócrates. En ocasiones, incluso dentro de las universidades, se reproducen lógicas de confrontación orientadas al poder y no al conocimiento. Formar ciudadanía supone, precisamente, promover prácticas cotidianas que favorezcan el diálogo genuino y la construcción de acuerdos.

- ¿Qué mecanismos o prácticas cree que son más eficaces para abordar conflictos universitarios desde un enfoque formativo o restaurativo?

Me parece muy acertada la idea de un enfoque formativo. En España, la reciente Ley de Convivencia Universitaria incorpora mecanismos como la mediación previa al proceso sancionador y las medidas sustitutivas de la sanción, con un carácter educativo y reparador.

La mediación funciona como un diálogo asistido que busca que las partes comprendan el conflicto y aprendan a gestionarlo. Las medidas sustitutivas, en tanto, permiten que quien ha cometido una falta asuma su responsabilidad y repare el daño causado. Ambas herramientas refuerzan la idea de que el conflicto puede ser una oportunidad de aprendizaje.

- Desde su mirada internacional, ¿qué valor tienen hoy las universidades públicas en la construcción de convivencia y democracia?

Todas las universidades, públicas y privadas, deben contribuir a la educación democrática. Sin embargo, en países como Chile o España, las universidades públicas suelen ocupar un lugar de liderazgo y referencia para el sistema de educación superior.

Por su prestigio, tamaño y tradición, la Universidad de Chile tiene un rol especialmente relevante en la implementación de mecanismos que fortalezcan una convivencia basada en principios humanistas y democráticos. Esto involucra a toda la comunidad universitaria: estudiantes, académicos y personal de colaboración.

- ¿Algún mensaje final que quiera transmitir?

Las universidades no pueden permanecer ajenas a los problemas sociales que afectan a la convivencia democrática. Como centros educativos, tenemos una responsabilidad social ineludible: contribuir activamente a formar personas capaces de convivir, dialogar y construir lo común en sociedades cada vez más diversas.